La Mirada: “Lo mejor todavía está por venir”; el optimismo de uno de los empresarios más importantes de Argentina

“Es indispensable que los tres actores clave: industria, gobierno y sindicatos, trabajemos en encontrar consensos y alineamiento”, dice Bulgheroni.
Marcos Bulgheroni, CEO de Pan American Energy Group, uno de los players privados y nacionales más importantes del mundo del Oil & Gas, compartió su visión sobre el futuro energético de Argentina.
En una columna en Clarín, Bulgheroni aseguró que “lo mejor todavía está por venir”, pero también reclamó estar a la altura de la historia. El mundo no nos espera. Si no avanzamos juntos, no solo perderemos una oportunidad, sino también la posibilidad de transformar estructuralmente nuestra economía”, dijo.
La columna completa de Bulgheroni:
Cuando en noviembre de 2011 Repsol-YPF anunció el descubrimiento de casi 1.000 millones de barriles equivalentes de petróleo y gas en Vaca Muerta, la noticia fue celebrada con una mezcla de entusiasmo y escepticismo. ¿Podría realmente Argentina convertirse en un actor relevante en el mundo de los hidrocarburos no convencionales? ¿Seríamos capaces de desarrollar una industria con la escala, la inversión y la innovación necesarias para estar a la altura de semejante potencial?
Casi quince años después, la respuesta es contundente: sin duda se puede. Y aún más importante: lo mejor todavía está por venir.
El desarrollo de Vaca Muerta es, en muchos aspectos, la historia de una política energética que logró mantenerse con visión de largo plazo, incluso en contextos macroeconómicos desafiantes. Es también la historia de una industria que supo innovar, asociarse, competir y evolucionar.
Desde aquellos primeros 15 pozos verticales de 2011 con apenas 5 mil barriles diarios, hasta los casi 450 mil barriles por día en 2025, el trayecto ha sido notable. Empresas de todo tipo se han sumado: petroleras internacionales como Shell y Total Energies; y nacionales como YPF y Pan American Energy entre otras. Vaca Muerta es hoy un “shale play” de nivel mundial.
En este camino, un punto de inflexión fue el acuerdo YPF-Chevron en 2013, esponsorizado por la Provincia de Neuquén. El desarrollo de Loma Campana marcó el inicio de la perforación a escala industrial. Sucesivamente, fueron llegando nuevos jugadores que trajeron más inversión y tecnología; lo que potenció el crecimiento de la cuenca y redujo aceleradamente los costos.
La inversión en la cuenca es impactante; desde 2013 acumuló más de 50 mil millones de dólares. El ritmo de la misma fue creciente, desde unos pocos millones de dólares al año a más de 9 mil millones en el 2024. Si bien al inicio YPF dominaba la actividad en la cuenca, este año más de la mitad de los pozos fueron perforados por otras compañías.
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Poco a poco, con mucho esfuerzo, la industria fue consolidando un ecosistema competitivo, eficiente y en constante evolución. De los 56 pozos activos en 2013, hoy tenemos más de 2.000 pozos operativos, con el 83% ya horizontales, muestra del salto tecnológico. Basta imaginar un perforador comandado desde Neuquén capital que opera un trépano en el extremo occidental de Neuquén al pie de la cordillera, a 2.300 metros de profundidad y con 3.000 metros horizontales, navegando una franja de 10 metros de espesor de roca. Un verdadero hito tecnológico.
En paralelo, se expandió la infraestructura necesaria para movilizar los recursos: desde la ampliación y construcción de nuevos oleoductos y gasoductos a las obras en los puertos de exportación. La apuesta ha sido clara: llevar el gas y el petróleo desde la roca hasta los hogares y las industrias, en Argentina y en el mundo.
Y Vaca Muerta no tiene que ser el límite. En EE.UU. se producen unos 12 millones de barriles de petróleo al día. De estos, 70% en la cuenca Permian y el resto de una docena de otras cuencas. La noción de que esto no se puede repetir en la Argentina es francamente inaceptable. Por eso, tras un prometedor pozo en Cerro Dragon, PAE está comprometida al desarrollo del no convencional en la cuenca del Golfo San Jorge. Otras compañías como YPF y CGC están haciendo algo similar en la Cuenca Austral.
Vaca Muerta ya no es una promesa. Es una realidad que representa el 60% del petróleo y gas producido en Argentina. Genera miles de empleos directos e indirectos, dinamiza las economías regionales y ha sido clave para reducir las importaciones y equilibrar la balanza comercial energética.
Pero quizás lo más transformador es que, por primera vez en décadas, Argentina tiene la oportunidad real de convertirse en un exportador estructural de energía, abasteciendo a países vecinos y a mercados globales.
Todo esto sucede en un contexto internacional desafiante. Los precios del petróleo enfrentan presiones bajistas por diversos factores: una sobreproducción por parte de los países de la OPEP y la entrada de nuevos productores, los aranceles impuestos por EE.UU., una economía global con señales de recesión y una creciente competencia por capturar mercados exportadores. En este escenario, la incertidumbre es constante. Basta con que se produzca un conflicto como el reciente episodio entre Irán e Israel para que el mercado reaccione con brusquedad. Esa volatilidad nos obliga a ser más eficientes y resilientes.
El gas natural, por su menor huella de carbono y su flexibilidad, será un pilar de la transición energética global. Argentina tiene una ventaja concreta en este campo. Vaca Muerta debe transformarse en un proveedor global de gas natural licuado (GNL).
PAE suministrará el gas natural al barco flotante de licuefacción de GNL, mientras que Golar proveerá el servicio de licuefacción
Exportar GNL no solo generará divisas y fortalecerá los ingresos fiscales sino que impulsará el desarrollo de nuevas industrias basadas en el gas natural y abrirá oportunidades de especialización y crecimiento productivo en todo el país.
Un futuro energético para la Argentina
Este desafío exige un compromiso colectivo. La inversión privada es clave en todo desarrollo de esta naturaleza y requiere previsibilidad. Para ello, es indispensable que los tres actores clave: industria, gobierno y sindicatos, trabajemos en encontrar consensos y alineamiento.
Desde la industria debemos cumplir con nuestro compromiso de invertir sostenidamente en exploración, infraestructura y tecnología; apostando a la eficiencia y la escala. Desde los gobiernos provinciales y nacionales se necesita un sistema impositivo competitivo, estabilidad macroeconómica y reglas claras para grandes proyectos de exportación de largo plazo. Y desde lo laboral, necesitamos un enfoque colaborativo respecto de costos y productividad, apostando a la capacitación y al trabajo de calidad.
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Fuente: El Economista